La Arqueología se ha encargado de estudiar, describir, nombrar e interpretar las civilizaciones a través de, entre otras cosas, los utensilios y documentos que de ella se han conservado hasta la actualidad.
Es así como, desde hace algún tiempo, me he preguntado cómo es que en una sociedad plagada de “objetos inútiles”, podrían llegar a ser los hallazgos y las interpretaciones de ciertos utensilios que, fuera de su contexto original, pierden sus propiedades utilitarias y más bien se convierten en un desafío para la imaginación. Objetos llenos de poesía, capaces de realizar las más insólitas e ingeniosas funciones.
«Las cosas tienen vida propia —pregonaba el gitano con áspero acento—, todo es cuestión de despertarles
el ánima.»
Gabriel García Márquez
Cien años de soledad.
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