Las mujeres, en su forma de revelar el conocimiento de las cosas, despliegan fantasmas interiores, miedos y contradicciones, amores y odios, anhelos y frustraciones.
El femenino desarrolla la sensibilidad hasta su elevación más digna que, curiosamente, es el pequeño detalle, como la flor que, en la textura delicada de sus pétalos, atesora el más dulce de los perfumes. Cuando esta sensibilidad se une a la intuición nos acercan a la comprensión de los más sorprendentes misterios.
¡también ella será poeta! ¡La mujer hará sus hallazgos en lo desconocido! —Descubrirá cosas extrañas, insondables, repulsivas, deliciosas...
Ana María Cadavid M.
Ya no está. Pensé en ese último instante. Su mano agitándose sumergida en esa marea de gente… El viento me pega en la cara. Sabina canta: Pero si me dan a elegir entre todas las vidas yo escojo la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo, el viejo truhan capitán, de un barco que tuviera por bandera, un par de tibias y una calavera…. Y oigo canta
Emma Lucía Ardila Jaramillo.
Y en las mañanas, cuando abría las puertas de madera que daban paso a su estudio, un efluvio suave la envolvía. Ignoraba que las bromelias tuvieran algún perfume, pero se felicitó por ello y esmeró los cuidados con la planta. Incluso, contra su costumbre, empezó a subir la cortina durante un rato en las mañanas para que recibiera un poco de luz y conservara su tinte gra
Male Correa.
El Sapo, como una sombra, aparecía otra vez en la cocina y buscaba algo de comer para llevar a su protesta y así no tener que volver a salir hasta el otro día. Como ya no lo veían, ni lo oían, ni lo sentían, los hermanos lo fueron olvidando, como se olvida una lluvia leve durante la noche mientras se duerme.
Fragmento del cuento: El sapo.
María Teresa Ramírez Uribe.
Después, dio la vuelta y se marchó. Así, como se marcha un pájaro de una rama, como se marcha la vida sin dar ninguna explicación. Cuando me dio la espalda sólo quedó un gran silencio. Entonces, recogí los pedazos de sol que todavía sobraban a la tarde y en mi alma se hizo un nudo doble con los remordimientos
y la soledad.
Fragmento del cuento: Nunca más.
Lucía Victoria Torres.
Cuando el bus iba a arrancar, los dos negritos se asomaron a la puerta de la inspección. La mujer que iba del lado de ellos abrió la ventanilla, les dijo adiós con la mano y les mandó una sonrisa. La de atrás también. Otros pasajeros más las imitaron. Los niños no contestaron, como si presintieran la gravedad de su situación.
Fragmento del cuento: Los dos negritos.
Ángela Ramírez G.
Cuando la oscuridad de la noche empezó a correrse, las manos de Hiharo danzaron en las teclas, y sonaron las notas, algunas rápidas otras dignas como él. La música de Liszt salió del Petrof, fue lo último que tocó para su padre, lo primero que tocaba en el Petrof para su hija.
Fragmento del cuento: La campanella.
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